jueves, 1 de octubre de 2020

Pida a Dios en grande

 


Pida a Dios en grande

Juan 14:13-14        

“Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.”

Cuando Dios especificó el plan para nuestra vida, no puso solo lo que necesitamos para salir adelante o sobrevivir y aguantar. Puso más que suficiente, Él es Dios de abundancia.

Podemos ver en la multiplicación de los panes y los peces que Jesús podría haberlo hecho de manera exacta, pero hizo que sobrara para demostrar que es un Dios grande y que su bendición es sobreabundante.

David expresó: “mi copa está rebosando.” Debemos ser agradecidos al Señor que nos suple con su bendición lo suficiente, pero no debemos adaptarnos solo a lo suficiente, pues Él es el Dios que da más que suficiente. Su deseo es que compartamos esa abundancia con otros.

Primero, debemos pedir por asuntos que estén de acuerdo con el plan de Dios. Para hacerlo, necesitamos preguntarle si nuestras oraciones coinciden con su voluntad. Dios tiene varias formas de asegurarnos si estamos en el camino correcto. Si es necesario, Él puede aumentar los anhelos correctos o disminuir los incorrectos. Él usará su Palabra para GUIAR nuestros pasos o confirmar que estamos yendo por el camino correcto. De cualquier manera, Dios creará una senda para que hagamos su voluntad.

Segundo, invocar el nombre de nuestro Señor en nuestras oraciones significa que deseamos glorificarlo. En el libro de Santiago hace esta advertencia: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” Santiago 4.3. Para entender eso, consideremos como ejemplos a los que oran para salir de un problema económico. La pregunta es: ¿quiere la persona salir de sus deudas para tener más dinero o para poder utilizar lo que tiene de maneras que honren al Señor? Los motivos son evidentes para Dios, y no favorecerá a quienes están arraigados en el pecado.

En el nombre de Jesucristo hay poder abundante. Sin embargo, invocarlo en oración no es un amuleto para obtener lo que queremos. Más bien, es una señal de que estamos dejando a un lado nuestros deseos personales y nuestra manera de hacer las cosas. Al hacerlo, nos comprometemos a seguir a Dios y honrarle.

El error del pueblo de Israel en Egipto fue que en vez de orar para que Dios los librara de la esclavitud, pedían convertirse en mejores esclavos.

Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra en nosotros.

La pregunta que nos surge es ¿Cómo estamos pidiendo hoy? ¿Estamos pidiendo sobrevivir o estamos pidiendo vida abundante?

Es el deseo de Dios que pidamos en grande y no solo para aguantar. Pedir al Señor lo que Él nos prometió. No oremos con mentalidad de esclavo. Si pasamos nuestra vida haciendo oraciones poco audaces perderemos la plenitud de nuestro destino.  

Pedir por lo que realmente nos importa y nos duele nunca será una oración que Dios no escuche. Dios mismo nos invita a que nos acerquemos y le pidamos con toda confianza. Se requiere la fe de un niño para poder acercarnos a Dios con nuestras peticiones.

El rey Salomón hizo al parecer una oración demasiado egocéntrica. Pidió a Dios que lo hiciera muy conocido, que su fama se esparciera por toda la tierra. Que riquezas y honor de otras naciones les fueran llevadas a él. Pero Dios no le reprendió por tal petición ni tampoco dijo: “me estas pidiendo demasiado Salomón.” El hizo exactamente lo que le pidió.

Pero la clave del porque Dios contestó esa oración audaz fue que el deseo de Salomón excedía a su propia vida. El usaría toda su influencia para bendecir al necesitado.

No más oraciones enfermizas y débiles. No más oraciones de un esclavo. Pidamos a Dios en grande y usemos esa influencia para bendecir a otros.

 

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