LA SUBLIME GRACIA DE DIOS
La palabra Sublime se
define como algo que es
extraordinariamente bello y produce una gran emoción, que es excepcional por su
altura moral o estética. Que produce lo bello cuando va acompañado de
grandiosidad o elevación inabarcables para el entendimiento.
La gracia, del griego charis,
se define como favor inmerecido de Dios. Cuando la Palabra de Dios dice que
algo se nos ha dado por gracia, significa que se nos ha dado como regalo, como
algo que no nos merecíamos y por lo que no habíamos trabajado.
Efesios 2:8-9 “Pues por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación por medio de la fe. No es esto algo que ustedes mismos hayan conseguido, sino que es un don de Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede gloriarse de nada”
Jesús, es el mejor regalo “Sublime”, no se puede entender, menos explicar, pero sé que está allí. Nos basta su Gracia, donde el poder se perfecciona en nuestra debilidad, porque donde abunda el pecado, sobreabunda su Gracia, su Gracia, regalo inmerecido que nos dio el Padre, porque merecemos la muerte cual viles pecadores, más nos dio vida por su abundante Gracia.
“juzgándome por lo extraordinario de esas revelaciones. Por eso, para que yo no me crea más de lo que soy, he tenido un sufrimiento, una especie de espina clavada en el cuerpo, que como un instrumento de Satanás vino a maltratarme. Tres veces le he pedido al Señor que me quite ese sufrimiento; pero el Señor me ha dicho: «Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad.» Así que prefiero gloriarme de ser débil, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Y me alegro también de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando más débil me siento es cuando más fuerte soy”
La gracia de Dios es asombrosa. No solo se ocupa de nuestro pecado a través de la cruz, sino también nos fortalece y nos sustenta cada día. El Señor nunca vacila en su buen propósito para nosotros, ni es frustrado. Su gracia sustentadora es la respuesta a nuestras necesidades.
Ser cristiano no nos exime de pruebas dolorosas o situaciones desagradables. El apóstol Pablo lo sabía por experiencia propia. Cuando presentaba las buenas nuevas del evangelio, algunos creían, pero muchos se oponían. En 2 Corintios 11.23-27, escribió que había estado en peligro dondequiera que iba. Experimentó rechazo, palizas y arrestos, pero no se dio por vencido. La gracia de Dios lo sostenía y fortalecía.
Pablo habló también sobre el aguijón en su carne, lo que le causaba un gran tormento. Tres veces le pidió a Dios que se lo quitara, pero el Señor no lo hizo. ¿Por qué? Porque la gracia divina la Sublime Gracia de Dios era suficiente. Cubriría las necesidades de Pablo. La gracia ya había llevado al apóstol de condenado a perdonado, y de forastero a hijo amado. Debido a que experimentó el amor inmerecido de Dios, este celoso perseguidor de la iglesia primitiva se convirtió en un misionero que difundió las buenas nuevas de Jesucristo.
El apóstol declaró que estaba contento con las debilidades, los insultos, las angustias y las persecuciones, porque había experimentado la gracia del Señor. Sabía que Dios continuaría ayudándolo en cada situación y que, a pesar de sus circunstancias, vivir con el favor y el amor de Dios era suficiente. ¿Es así con usted?
1ª Corintios 1:30-31 Pero Dios mismo los ha unido a ustedes con Cristo Jesús, y ha hecho también que Cristo sea nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra liberación. De esta manera, como dice la Escritura: «Si alguno quiere enorgullecerse, que se enorgullezca del Señor.»
1 Timoteo 1:12-17 Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, que me ha fortalecido, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio; aun habiendo sido yo antes blasfemo, perseguidor y agresor. Sin embargo, se me mostró misericordia porque lo hice por ignorancia en mi incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más que abundante, con la fe y el amor que se hallan en Cristo Jesús. Palabra fiel y digna de ser aceptada por todos: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, entre los cuales yo soy el primero. Sin embargo, por esto hallé misericordia, para que, en mí, como el primero, Jesucristo demostrara toda su paciencia como un ejemplo para los que habrían de creer en El para vida eterna. Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, a Él sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Romanos 7:24 ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?
Filipenses 3:5-6 él mismo dice: circuncidado el octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, hallado irreprensible.
Dios muestra tanto la misericordia y la gracia, aunque no son lo mismo. La misericordia retiene un castigo que merecemos; la gracia otorga una bendición que no merecemos. En la misericordia, Dios escogió cancelar nuestra deuda de pecado por medio del sacrificio de su Hijo perfecto en nuestro lugar
Es esta verdadera gracia la que nos hace dignos de caminar con Jesús en vestiduras blancas.
El Señor está determinado a transformarnos según su plan para nuestra vida. Le pertenecemos, y nada ni nadie nos separara de su Sublime Gracia, Juan 10: 28 “Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán ni nadie me las quitará.”
Cuando flaqueamos o fracasamos, podemos estar seguros de que su gracia maravillosa nos rodea y ofrece redención siempre.
Recuerde que Fue el sacrificio de Cristo, el derramamiento de su sangre, lo que hizo posible que Dios nos diera el regalo de su gracia; como dice Romanos 3: 24, podemos ser “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Por lo tanto, la gracia de Dios se recibe a través de Jesucristo, y, si no la recibiésemos, moriríamos como consecuencia de nuestros pecados sin la oportunidad de tener vida eterna.
La gracia es la misericordia inmerecida y clemente de nuestro Creador. Es un regalo maravilloso que debería motivarnos a vivir como nuestro Dios misericordioso desea que lo hagamos.
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