DIOS FUENTE DE NUESTRA ESPERANZA
Dice un refrán popular “El que espera, desespera”. Esperar algo no es satisfactorio para nadie y en ocasiones las salas de espera en oficinas y consultorios se convierten en salas de tortura para muchos que son impacientes y perciben el tiempo de espera como un tiempo perdido. Esta creencia común puede percibir a la esperanza como algo negativo y algo no muy deseado.
Sin embargo, la esperanza, desde el punto de vista bíblico, es una virtud esencial y tiene una connotación positiva. De hecho, la esperanza de los creyentes siempre está basada en Dios y sus promesas. Nuestro Dios no solamente es una fuente de nuestra esperanza, sino que El es el Dios de esperanza: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo (Rom. 1:13). La esperanza de los cristianos está personificada en Jesús: “Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza” (1 Tim.1:1). El carácter de Dios, quien siempre es bueno, fidedigno y verdadero nos motiva a confiar y esperar en El y en sus promesas.
Sin la ayuda directa de Dios viviríamos sin ninguna esperanza; la entrada al cielo nos estaría vetada, y nuestro destino eterno sería la separación eterna del Señor. Pero el Padre celestial tenía un plan para nuestra naturaleza corrompida, y para llevarnos al cielo con Él. Envió a su Hijo Jesús como nuestro sustituto, quien tomó voluntariamente sobre sí nuestros pecados, y recibió el castigo que merecíamos. Lo que no éramos capaces de hacer, Dios lo hizo por nosotros, de modo que ahora, por la fe en Jesucristo, tenemos la seguridad de que viviremos para siempre con el Señor.
Saber que iremos al cielo da esperanza y significado a nuestra vida. Hablemos a los demás del Señor Jesús, la fuente de nuestra esperanza.
Como hijos del Padre celestial, hemos renacido a una esperanza viva: el Señor Jesucristo (1 P 1.3). Gracias a Él, hemos pasado de la condenación a la aceptación total, y de la muerte espiritual a la vida eterna en el cielo con el Señor. Y tenemos en nosotros su Espíritu para guiarnos en los tiempos difíciles y ayudarnos a encontrar consuelo en medio de ellos.
Por estar siempre seguros en el Señor, nunca estaremos en una circunstancia irremediable. Es posible que nos sintamos desesperanzados, pero las emociones no son confiables. Jesucristo, nuestro Salvador y amigo, es nuestra fuente constante de esperanza.
De hecho, nuestra esperanza como cristianos debería originar por lo menos cinco respuestas presentes en nuestras vidas:
1. Debemos mantener nuestra fe firme y sin vacilaciones: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (Heb. 10:23).
2. Debemos vivir vidas puras como hijos de Dios: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:1-3).
3. Debemos renunciar a la impiedad y vivir de una manera sobria, justa y piadosa: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras: (Tito 2:11-14).
4. Debemos actuar con inteligencia vivir de una manera santa: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos…Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”(1 Pedro 1:3,13-16)
5. Debemos mantenernos firmes, constantes y creciendo en el servicio a Dios ya que Jesús ha conquistado a la muerte: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Cor. 15:58).
Para los cristianos la esperanza no produce desesperanza o es infructuosa, sino que nos motiva y guía para vivir confiados en Dios y en sus promesas. La narrativa bíblica termina con la promesa del regreso de Jesús quien es nuestra esperanza y nos asegura “Ciertamente vengo en breve” y como cristianos podemos responder confiados “amén; sí, ven, Señor Jesús” (Ap.22:20).
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