LA CLAVE PARA UNA ORACIÓN VICTORIOSA
Jeremías 33:3
Llámame y te responderé, y te anunciaré cosas grandes y misteriosas que tú ignoras.
La fuerza más poderosa del mundo; la más ignorada y la menos utilizada, es la oración, a pesar de que fue Jesús mismo quien nos enseñó a orar. En este mensaje la biblia nos enseñará los principios fundamentales para la práctica de la oración victoriosa.
La oración a solas es importante en la vida de los que buscan a Dios. Y Dios busca personas que estén dispuestas a buscarle no solo en público o acompañados sino también ‘a solas…’. En el sermón del monte Jesús dijo: Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. (Mateo 6:6.)
Esas palabras de Jesús, más que una simple recomendación o consejo son un importante mandamiento. A veces estamos muy dispuestos a orar en grupo de forma pública y congregacional, no tenemos problemas en orar junto con otro cristiano que nos pida tal cosa, pero la oración a solas se nos hace muy difícil.? ¿Por qué será? Creo que la oración a solas es la más importante de todas las oraciones que un cristiano pueda hacer. Los momentos a solas con Dios tienen un gran impacto en la vida del creyente. Existen ciertas cosas que hacen del orar a solas un acto de importancia especial.
Después de estar solo, Jesús subió al monte. Esto es importante en nuestra vida. El monte representa la presencia de Dios. En la carta a los hebreos se nos dice que los creyentes en Cristo tenemos acceso directo a la presencia de Dios, al monte de Sion en los cielos. “Ustedes, por el contrario, se han acercado al monte Sión, y a la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial” (hebreos 12:22)
Ya la Sion no es terrenal sino celestial. Usted puede “subir al monte” donde quiera que se encuentre. En su tiempo libre de almuerzo, en su cuarto en la noche, en una esquina de su casa en la madrugada o en el patio de su casa. No importa donde usted se encuentre y donde escoja estar a solas con Dios, allí usted podrá “subir al monte de Sion”. El asunto no es donde usted se encuentra, sino que ‘suba al monte’, una vez allí… “ore aparte”.
Mateo 7.7-11
» Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre.
» ¿Acaso alguno de ustedes sería capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan? 10 ¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado? pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a quienes se las pidan!
Una de las razones por las que Dios responde nuestras oraciones es para que le conozcamos.
Es por medio de las oraciones contestadas que aprendemos del amor, sabiduría, bondad y poder inmensurable de Dios. Pues al ver su fidelidad, valoramos más el tiempo que pasamos a solas con nuestro Padre celestial. Y mientras lo hacemos, recibimos bendiciones que no esperábamos, y por las que nunca le habíamos pedido. Pero, ¿cómo deberíamos reaccionar cuando parece que Dios no contesta nuestras oraciones? Quizá le hemos pedido que supla alguna necesidad urgente o que nos conceda algún deseo, pero aparentemente no sucede nada. En estas situaciones, la mayoría de los creyentes nos sentimos tentados a darnos por vencidos. Y como resultado dejamos de orar por ese asunto. Pero las Sagradas Escrituras nos enseñan que nuestro Padre celestial se deleita en darnos lo que es mejor para nosotros. En Mateo el Señor nos promete: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (7.7, 8). En este pasaje se encuentra la clave para la contestación de nuestra oración: Dios contesta si le buscamos con perseverancia y confianza.
Si deseamos que Dios responda nuestras oraciones, debemos . . .Orar con perseverancia. ¿Qué quiso decir el Señor con:
“pedid”, “buscad” y “llamad”? De esta manera invitó a los creyentes a acercarse al Padre celestial con sus peticiones, con la plena certeza de que Él supliría todo lo que necesitaran. Sin embargo, Él jamás prometió que toda puerta se abriría de inmediato, sino que al decir: “pedid”,
“buscad” y “llamad” en realidad enfatizó la necesidad de pedir y seguir pidiendo, buscar y seguir buscando, llamar y seguir llamando. En otras palabras, la perseverancia es vital para que nuestra oración sea contestada, pues algunos de los dones que el Señor tiene preparados vienen solo después de lapsos prolongados de espera y oración.
Es importante que tengamos presente que Dios siempre contesta nuestras oraciones, pero su respuesta puede ser de tres maneras distintas. Quizá nos conteste con un “sí” inmediato o dentro de un lapso relativamente corto. Esto contribuirá a motivarnos para conocerle y confiar más en Él. Al respondernos rápidamente Dios abrirá nuestros ojos para demostrar su fidelidad para con nosotros y nos permitirá acercarnos a su presencia con o tras cargas y necesidades.
La mayoría de los creyentes podemos recordar algo que hemos pedido en el pasado, y nos sentimos agradecidos con el Señor por no habernos concedido nuestra petición. Es importante que oremos sin cesar, pues a su tiempo Dios nos dará aquello que es mejor para nuestra vida.
Orar con plena confianza.
Orar con confianza significa tener certeza de la fidelidad de Dios. Debemos confiar en que proveerá para cada una de nuestras necesidades. Para ejemplificar este asunto, Jesús hace referencia a la relación típica que existe entre un padre y su hijo. Un padre nunca daría a su hijo una piedra, si éste le pidiera un pan. Tampoco le ofrecería una serpiente, al escucharle pedir un pescado (Mt 7.9-11). De manera similar, podemos confiar en que nuestro Padre celestial nos dará aquello que considere que sea mejor.
Hay ocasiones en las que los creyentes oran por algo que desean y están decididos a obtenerlo, sin importar si esa es la voluntad de Dios para su vida. Se impacientan y se adelantan a los planes del Señor, y cometen graves errores al hacerlo. No se dan cuenta que cuando Dios nos hace esperar, es porque ese tiempo de espera es parte de su plan.
Siempre es mejor esperar en el tiempo perfecto de Dios.
Hay muchas ocasiones en las que Dios nos pide que esperemos por el cumplimiento de lo que deseamos.
Por supuesto, no siempre el Señor nos da una segunda oportunidad de obedecerle. Es por eso que debemos ser sabios y obedecerle en la primera oportunidad que tengamos.
Si estamos dispuestos a orar con plena confianza y a esperar en el tiempo del Señor, nos daremos cuenta que Él desea darnos solo aquello que es mejor para nosotros.
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