CUANDO TODOS TE FALLAN, DIOS NO LO HACE

2 Timoteo 4.16-18

 “En mi primera defensa ante las autoridades, nadie me ayudó; todos me abandonaron. Espero que Dios no se lo tome en cuenta. Pero el Señor sí me ayudó y me dio fuerzas, de modo que pude llevar a cabo la predicación del mensaje de salvación y hacer que lo oyeran todos los paganos. Así el Señor me libró de la boca del león, y me librará de todo mal, y me salvará llevándome a su reino celestial. ¡Gloria a él para siempre! Amén”

Muchas veces nos hemos sentido tristes y desilusionados por que las personas que nosotros consideramos especiales e importantes en nuestras vidas nos han fallado. Hay ocasiones de nuestra vida que nos toca enfrentar situaciones en las que a pesar de haber hecho un esfuerzo para que todo saliera bien, nos llevamos una decepción, momentos difíciles en los que con o sin intención alguien nos ha fallado, promesas rotas, palabras olvidadas, acuerdo incumplidos que han terminado por decepcionarnos y hacernos sentir que nos han fallado. Pues hemos sentido que nos han dado la espalda en los momentos que más los hemos necesitado o no obtenemos el apoyo que deberíamos recibir de su parte, a lo mejor un poco de su tiempo, un poco de su amor, de su atención, tantas cosas que puedan afectar emocionalmente nuestras vidas.

Tal vez en su mente se ha preguntado el motivo por el que esas personas importantes para su vida han actuado así.

Todos estamos expuestos a cometer errores, todos somos diferentes en cuanto a pensamientos y sentimientos, y es que a pesar que somos hechos a la semejanza de Dios, no todos seguimos sus ejemplos de comportamiento, lo que nos hace a cada quien actuar de forma diferente.

Ser decepcionado por un amigo causa gran angustia en la vida. El compañerismo es una de nuestras necesidades esenciales, y cuando los amigos nos fallan, nos sentimos heridos, rechazados y solos. Es probable que todos hayamos experimentado esto en mayor o menor grado, y el apóstol Pablo no fue la excepción.

¿Por qué le abandonaron? Hay muchas razones posibles. Puede ser porque no se sintieron competentes para ayudarle. O tal vez no pudieron soportar verle sufrir. Pero quizás algunos tenían en mente sus propios intereses, y tuvieron temor de caer en problemas parecidos o de involucrarse en una situación socialmente inaceptable.

Aunque se había rodeado de amigos y sacrificado para llevar el evangelio por todo el mundo romano, estaba básicamente solo cuando se acercaba al final de su vida. Mientras pasaba sus últimos días en prisión, solo Lucas estaba con él.

Algunos de los amigos del apóstol estaban ministrando en otras partes del mundo, pero otros, como Demas, lo abandonaron. Cuando Pablo estuvo en su juicio preliminar, nadie lo apoyó. De hecho, todos lo habían abandonado. Asociarse con Pablo en ese momento era arriesgado.

Habría sido comprensible que se quejara de los amigos que lo habían decepcionado en su momento de necesidad. Sin embargo, mostró un espíritu de perdón al decir: “No les sea tomado en cuenta” (2 Ti 4.16). Aunque la traición o el abandono duelan, nunca sanaremos si nos dejamos dominar por la amargura y el resentimiento. El perdón es nuestra única solución.

Al igual que el apóstol Pablo, necesitamos una perspectiva eterna cuando nos enfrentemos a la desilusión. Nada llega a nuestra vida sin pasar primero por las manos de nuestro Padre celestial, ni ninguna experiencia es en vano. Sus caminos pueden no tener sentido para nosotros, pero Él usa cada situación dolorosa para cumplir su voluntad en nuestra vida, y caminará a través de ellas con nosotros.

Dios no le falla a nadie. Si te enfocas mucho en la tumba, solo verás muerte. Si te enfocas mucho en el problema, solo verás aflicción. Si te enfocas mucho en la enfermedad, solo verás dolor. Si lees la historia de este hombre llamado Job, te darás cuenta lo que Dios tuvo que hacer con él. Dios tuvo que llamarlo para que dejara de ver su situación y se enfocará en Su grandeza, y lo que Él con Su poder puede hacer tanto para Su gloria, como para nuestro beneficio. Es entonces cuando Job dice: De oídas te había oído, pero ahora mis ojos te ven, y te contemplan. Job 42:5. Cuando este hombre se enfocó en la Persona de Dios, y vio quien es Dios, y lo que puede hacer por nosotros, cambio de perspectiva.

Entiendo que a veces sufrimos momentos de desencanto porque las personas en las que teníamos puesta nuestra esperanza para que nos ayudaran no lo hacen como lo pensamos, pero eso no puede ser motivo de desánimo para dejar de luchar, porque nunca podemos perder de vista que nuestro auxilio nos viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra (Sal 121,1-2).

Ten la plena seguridad que el Señor no te abandona en los combates difíciles y peligrosos de tu vida, Él permanece a tu lado: Israelitas, ¡confíen en el Señor! Él nos ayuda y nos protege.
 Sacerdotes, ¡confíen en el Señor! Él nos ayuda y nos protege. Ustedes que honran al Señor, ¡confíen en él! Él nos ayuda y nos protege.
(Sal 115,9-11).

Dios no te falla y no te fallará jamás, el no olvida sus promesas, no miente, no lastima, no te abandona, no traiciona y siempre estará para ti aun en los momentos más solitarios y en los que te sientes defraudado, para mostrarte que si hay alguien en quien puedes seguir confiando.

Con la ayuda de Dios haremos grandes cosas; ¡él aplastará a nuestros enemigos! (Salmos 108,13).

Pero déjame decirte que tienes a alguien que nunca va a fallarte, a alguien que está a cada instante contigo aun en los momentos más dolorosos de tu vida, en medio de esa difícil soledad y de esa tristeza en esos momentos en los que tu no ves el apoyo ni el consuelo de nadie ahí esta Dios ese ser tan maravilloso e irremplazable que existe sobre la faz de la tierra.

Amigo y amiga, Dios nunca le va a falla, siempre estará a su lado dándole consuelo, de su amor, dándole paz que tanto necesita y si en esos momentos difíciles piensas que no hay nadie para escucharle, consolarle, amarle pues está muy equivocado pues Dios siempre llega en el momento exacto.

 

Salmos 27: 10 Aunque mi padre y mi madre me abandonen, tú, Señor, te harás cargo de mí.

 

Salmos 40:17 Y a mí, que estoy pobre y afligido, no me olvides, Señor. Tú eres quien me ayuda y me liberta; ¡no te tardes, Dios mío!.

 

Hebreos 13:5 No te desamparare ni te dejare

Cuando todos te fallan, Dios no lo hace

 

 

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