DIOS NUESTRO PADRE AMOROSO
A muchas personas les resulta difícil pensar en Dios como un padre amoroso porque lo ven a través de los ojos de las experiencias pasadas. Dios describe su naturaleza a Moisés como “misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Éxodo 34:6).
Piense en cómo muchas personas dan por hecho que tenemos que negociar, suplicar o esforzarnos para ganarnos el favor de Dios. Cuando en realidad, así como lo aprendió el hijo pródigo, el amor del Padre es incondicional.
La mayoría de las personas del mundo funciona por el amor condicional: se da aprobación y aceptación de acuerdo a los méritos. Por eso, cuando venimos a Cristo, normalmente pensamos que debemos esforzarnos por “ganar” las bendiciones, tales como la prosperidad económica, el éxito en la familia y en la carrera profesional.
Pero el amor divino nunca puede ganarse por el esfuerzo humano. No hay absolutamente nada que podamos hacer para que nuestro Padre nos ame más. Tampoco podemos influenciarlo para que deje de amarnos.
(Ro 8.38, 39). “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
Ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”
Romanos 5: 8 “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”
No importa lo que haya sucedido en su pasado o lo que sienta en este momento, el amor de Dios siempre le ha sido dado a usted gratuitamente. Nuestro Padre celestial derrama su amor sobre nosotros sin excepción sin que tengamos que merecerlo. En realidad, Él siempre lo ha hecho. Desde la creación del mundo, Dios leconoció y le amó (1 Jn 4.19) “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”
1 Timoteo 2.4-8 “el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad. Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.”
Dios le ama simplemente por ser usted quien es, y Él no espera nada a cambio. Piense en cómo fue la vida del hijo pródigo después de la fiesta de bienvenida. No se alojó entre los sirvientes, ni tuvo que trabajar como ellos. Fue restituido a su lugar como el hijo de un hombre rico, con todos los privilegios que eso suponía.
No importa cuán lejos podamos desviarnos de la perfecta voluntad de Dios, siempre somos bienvenidos al regresar. La Biblia enseña que el amor de Dios no puede perderse, a pesar de nuestro pecado o de nuestras malas decisiones. Los brazos de nuestro Padre están siempre abiertos.
Cuando confiamos en Cristo como Salvador, recibimos no solo el perdón de nuestros pecados y la adopción en la familia de Dios, sino también la capacidad de amar como Él lo hace. En efecto, su amor en nosotros y a través de nosotros, es evidencia de que hemos nacido de Dios y lo conocemos (1 Juan 4: 8-10) “El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Dios mostró su amor hacia nosotros al enviar a su Hijo único al mundo para que tengamos vida por él. El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados” Cuando nos sometemos a Él, la vida de Cristo se muestra en nosotros por medio del interés abnegado por los demás.
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no es indecoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser” (1 Corintios 13:4-8).
Esta es la descripción de amor de parte de Dios, y, por cuanto Dios es amor y así es como Él es.
Dios es amor. El amor
es la esencia fundamental de su carácter —define todo su Ser. Su amor es
perfecto y se manifiesta en su deseo absolutamente puro de proteger, dar y
compartir.
La más grande expresión del amor de Dios nos es comunicada en Juan 3:16 “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Romanos 5:8 “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Podemos ver por estos versículos que el deseo más grande de Dios es que nos unamos con Él en Su hogar eterno, el cielo. Él hizo posible este camino, pagando el precio por nuestros pecados. Él nos ama, porque así lo decidió como un acto de Su voluntad. El amor perdona. “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
El amor de Dios no está en ningún sentido en conflicto con Su santidad, rectitud, justicia, o incluso Su ira. Todos los atributos de Dios están en perfecta armonía. Todo lo que Dios hace es amar, así como todo lo que hace es justo y recto. Dios es el ejemplo perfecto del verdadero amor.
En 1 Juan 3:1, el apóstol Juan nos dice: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. Dios creó a la humanidad con el propósito de que seamos sus hijos y conformemos su familia y quiere una familia con hijos e hijas para compartir su naturaleza.
Él nos creó para tener una relación amorosa con él y sacrificó a su propio hijo (quien también estaba dispuesto a morir por nosotros) para restaurar esa relación.
Dios está listo para perdonar en todo tiempo. “Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador” (Salmos 86:5).
Dios es paciente con nosotros, lleno de ternura y misericordia. “Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras” (Salmos 145:9).
Él es lento para enojarse. “Clemente y misericordioso es Jehová, lento para la ira, y grande en misericordia” (Salmos 145:8).
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